lunes, 13 de junio de 2011

Cuando menos es más

La Caja Rural del Sur expone la obra de Fran Mora, una esencia agradable dirigida a los sentidos · Muestra paisajes abiertos, donde el pintor sitúa el horizonte en un nivel espacial que regala amplitud terrenal.

Me ceñiré con enorme placer en la obra siempre apostadora y agradable de Fran Mora, un joven valverdeño que se sustenta de la más concreta pintura atemporal e histórica para forjarla ucrónica. Y lo transmite recreándose, no recreándose en los demás.

Aún quedaban en la sala de la Fundación Caja Rural del Sur algún punto rojo social sobre las espumas atlánticas de Manolo Banda, un pintor hecho así mismo con la conciencia puesta en miles. Cosa normal. Y de tantos. Admirable su proceder, plausible su vocación. Fran Mora sin ser más no es menos, salvo que su formación académica dista tanto de Banda. Si éste pinta hasta hartarnos con un sinnúmero de pinceladas, el joven Mora diluye a brochazos la realidad para convertirla en apariencia, en referencia. Síntesis frente a artesanía.

Hay en algo en la obra de Fran Mora que le une al realismo poético de esa Sevilla interior y maravillosa que se hace grande con Laffón, Duclós o, sobre todo, Sáenz, con el abstraccionismo arquitectónico de esa Sevilla pretendidamente exterior que se hace pretenciosa en la pasarela de Delgado, Sierra, Soto o Suárez. A los primeros, por la dilución de la resaca de la bruma impresionista velazqueña. Cuanto menos te veo más te siento, más conquisto el placer de los sentidos interiores. A los segundos, por el proceso mental de un geometrismo que recuerda frugalmente al minimal art, y mucho al expresionismo abstracto, desencadenando una sinfonía de simulaciones visuales donde la imagen representada intenta salirse de las márgenes del cuadro para continuarla en el proceso mental del espectador.

Lo mejor de Mora, esencia agradable dirigida a los sentidos, lo encontramos en los paisajes abiertos, donde el pintor sitúa el horizonte en un nivel espacial alto, elevadísimo, regalando amplitud terrenal. Cuando lo baja, cuando la escena se vuelve cercana al ojo humano, pierde la vitalidad, la frescura y la sensibilidad de un pintor que es capaz en tres toques (trazos) ofrecernos lo que otros en un millón son incompetentes. Menos es más, arguyó para sí Van der Rohe. Sus paisajes son como pretextos para alimentar el diálogo entre las partes: obra y espectador. Vacía el centro neurálgico y renacentista de la perspectiva, para diluirla en los confines de las reconstrucciones posteriores de quien observa. Allí, en esa dialéctica sobrada y racional entre el espacio, la luz y la densidad de la materia, arroja una valiente, suave, cálida y elegante gama cromática, a menudo sobria y templada para constatar la vitalidad esencial del momento lumínico (solar), cosida por la destreza de un pincel que se bate con una soltura virtuosa a brochazos tan inciertos como equilibrados, tan limpios como acaparadores, tan emotivos como tiernos.

Pinta tan tenue, tan referencial y transparente, (des)dibuja tan exquisito sobre colores diáfanos y turbios a la vez, que sus obras nos parecen evanescentes y planas, como cartelistas. Pero solo nos parecen. Fran Mora, si no se distrae en esa malévola y frágil línea que frisa el realismo y la abstracción, la verdad y la mentira que avivan la pintura, conseguirá armarse como un pintor a tener muy en cuenta. Tiene talento, disposición y, sobre todo, un riquísimo sentido estético que le hace minimizar los defectos de una formación, una visión y un adiestramiento que se nos antojan cada día más sólidos.

María Pérez Mateo/huelva información

sábado, 11 de junio de 2011

Primer Premio Bodegas Iglesias


mixta sobre tabla
100x100 cm.